Sabiduría Salomónica

Dos mujeres peleaban por el último asiento del autobús, mientras el boletero trataba de dar una solución a la situación pero no podía. En eso grita el chofer: "¡Que se siente la gorda!!!"
Las dos se fueron paradas por el resto del viaje... ¡Asunto arreglado!


En la iglesia siempre está...


  • El que llega tarde.
  • El que aplaude fuera de ritmo pero fuerte.
  • Los que se la pasan hablando todo el culto.
  • Los padres que deja que su hijo camine por todo el culto y no les importa nada.
  • El hermano que a la hora de contar su testimonio se tarda 1 hora (y aburrido).
  • El que se la pasa gritando amén a todo lo que diga el predicador.
  • El que se pasea todo él culto y se desaparece en el mensaje.
  • Los que se pasan medio culto usando el celular.
  • El que canta desafinado.
  • El que llega a medio culto.
  • La viejita criticona.
  • Los que solo andan su "bibliaphone".
  • El hermanito servidor que se cree indispensable.
  • La hermanita que se ríe por todo.
  • La hermana que toma lista de quienes vinieron y de la ropa, zapatos y cartera que trajó si es mujer.
  • El que no se le puede dar un minuto para orar por que se alarga una hora.
  • El que se queda dormido a la mitad del culto.
  • El que va al baño 1257 veces por hora.
  • El que pide sobre pero no hecha ofrenda.
  • El que solo viene para la santa cena o el aniversario de la iglesia
  • El que siempre se dejar caer para atrás...
  • El que se hace el desentendido y a la hora de ofrendar se va al baño.
  • El que solo los domingos va a la iglesia y solo a la mitad del servicio.
  • La hermanita que se cree la mas bonita de la iglesia.
  • El hermanito que le ha caído a todas y que lo está dejando el tren.
  • El que sale a comprar en la predica y ya no entra más.

Lo que le paso al papa cuando quisó entrar al cielo

Un chiste de la época de la Reforma Protestante cuenta que al morir León X, va al Cielo y golpea el portal de entrada.

San Pedro le dice: “Si eres el Papa entonces tienes las llaves, ¿por qué no abres tú mismo?”.

“Tengo las llaves”, responde León, “pero Lutero cambió la cerradura”.


La mujer, el ángel y el río

Un día, un ama de casa buscaba unos palos para su cocina de leña con el fin de hacer el almuerzo para su familia.

Estaba cerca del río cortando una rama de un árbol caído, cuando se le escapó el hacha de la mano y fue a caer al río.

La mujer suplicó a Dios y se le apareció un angel que le preguntó: “¿Por qué estas llorando, querida mujer?”.

La mujer le respondió que su hacha se había caído al río, entonces el ángel entró en el río, sacó un hacha de oro y le preguntó: “¿Es ésta tu hacha?”, a lo que la noble mujer le respondió: “No, no es ésa”.

El ángel entró nuevamente en el río; esta vez sacó un hacha de plata y volvió a preguntar: “¿Ésta es tu hacha, mujer?”, a lo que la dama respondió negativamente otra vez.

El ángel volvió al río, sacó un hacha con cabo de madera y de nuevo preguntó: “¿Es ésta tu hacha?” y esta vez la mujer confirmó la certeza del hallazgo: “Sí, ésa es.”.

El ángel estaba tan contento con la sinceridad de la mujer que la mandó de vuelta a su casa, regalándole las otras dos hachas, la de oro y la de plata.

Otro día, la misma mujer y su amado marido estaban paseando por los campos cuando él tropezó y cayó en el río; la infeliz mujer, que no sabía nadar, se puso a suplicarle a Dios, por lo que el ángel se le apareció por segunda vez.

-Mujer, otra vez tú, ¿por qué estás llorando?

La mujer respondió que su esposo había caído en el río y se había ahogado, por lo que el ángel se tiró de cabeza al río, sacó de los pelos a Brad Pitt y reinició el diálogo.

-¿Es éste tu marido?

-Sí… sí, asintió la mujer.

“Eres una mujer mentirosa”, exclamó el ángel enfurecido, que se fue aplacando conforme la mujer le explicaba la razón de su respuesta.

-Usted perdone, pero fue un malentendido. Si yo hubiera dicho que no, entonces usted me habría traído a Mel Gibson del río, y si le hubiera vuelto a decir que tampoco era él, usted me habría traído a mi marido, y cuando dijera que sí, usted me mandaría para mi casa con los tres hombres.

El ángel la escuchaba en silencio y agregó: “¿Y qué con eso?”

“Pero yo soy una humilde mujer y no podría cometer trigamia; por eso es por lo que dije sí al primero de ellos.”

El ángel halló justo el comentario de la mujer y la perdonó.

Moraleja de esta historia: “Las mejores historias las cuentan las mujeres”


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