Image by trebol-a via Flickr
En la noche de un día cualquiera me disponía a cerrar mis ojos mientras el sueño me decía; ven y el invierno asechaba mi vida sin notar que me escondía de el, embullado entre sabanas gruesas, con mi cabeza recostada del auricular derecho el cual le preguntaba a la almohada ¿que dices? mis ojos cerrados al fin, daban paso a que mi alma reposara y en mi bello sueño yo escuchaba sinfonías, mientras que mis vecinos me aseguraban que se trataba de mis ronquidos que se escuchaban a manera de jabalí al ser traspasado con lanzas, de todos modos el silencio me aseguraba que iva a tener un descanso asegurado, mientras volví al solaz tuve la parte dos del sueño con la sinfónica y de repente un discordante sonido prorrumpía la armonía y mientras que los músicos me deleitaban con bellas melodías de algún lugar se escuchaba una impertinente voz decir; chui, chui, chui. Al esto acontecer se abrieron mis ojos y me incorpore para darme cuenta que un pequeño roedor había traspasado los limites de mi propiedad. El enemigo se encuentra en mi territorio (dije dentro de mi), armándome de valor y caminando de puntillas decidí espiarle, de tal manera que me encontraba bien cerca de aquella vil sabandija, así es que con palo de escoba en mano me puse a pensar lo inexperto que era en el arte de casar ratas, creo que la ultima que case una rata, se divorcio en seguida, conté hasta tres para coordinar el momento del ataque y ya el ruin mamífero con gran rapidez se había disparado hacia una esquina, lo cual aproveche para acorralarle y sin saber aun lo que yo iva a hacer, en estado nervioso le grite al malvado cuádruple con voz en cuello: !Mire! a continuación me miro lleno de horror, mientras su diminuta figura temblaba, cayo patas arriba y murió, nunca pude casarlo pues el prefirió estar muerto antes que casado.
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