Una niña se había puesto su mejor vestido para el domingo y como no quería llegar tarde salio corriendo a su clase de escuela dominical. Mientras corría, ella oró:
"Dios mío, por favor no me dejes llegar tarde. ¡Dios mío, por favor no me dejes llegar tarde." Entonces se cayó.
Se levantó, se sacudió y vio que su vestido estaba sucio y se había roto un poco. Echó a correr de nuevo, siguió orando: "Querido Dios, por favor no me dejes llegar tarde." Pero esta vez añadió: "Pero por favor no me empujes, tampoco!"
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