Un evangelista, después de su excelente predicación sobre el tema “El poder de la sanidad de Dios y el de cuidar lo que comemos,” dijo: “No debíamos comer embutidos de cerdo, entre otros alimentos.”
Al finalizar dijo: “Pase al frente de la tarima los enfermos, para que yo coloque mis manos sobre ellos.”
Pasaron varios y él oró. El último enfermo tenía en su cabeza un gran golpe (hematoma). El pastor colocó sus manos sobre la protuberancia, y comenzó a gritar por el micrófono, “Ahora, sal chichón. Te digo, sal-chichón, sal-chichón.”
super
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