Una para ti, una para mí

A las afueras de la ciudad, había un gran árbol de nueces junto a la valla de un viejo cementerio. Un día, dos muchachos llenaron un cubo de nueces y se sentaron junto al árbol, donde no se podían ver y comenzaron a dividirse las nueces. "Una para ti, una para mí. Una para ti, una para mí", dijo un chico. Aunque se les quedaron algunas cerca de la valla.

Mientras, otro chico iba a lo largo de la carretera montado en su bicicleta. Al pasar, le pareció oír voces desde el interior del cementerio. Disminuyó la velocidad y paso a investigar. Efectivamente, escuchó: "Una para ti, una para mí. Una para ti, una para mí."

"Oh", -se estremeció, -"es Satanás y San Pedro dividiéndose las almas en el cementerio. Dio un salto hacia atrás en su bici y se marchó a toda velocidad. Más adelante se encontró con un anciano con bastón que cojeaba. -"Venga rápido", -dijo el muchacho,- "No va a creer lo que oí. Satanás y San Pedro están en el cementerio repartiéndose las almas."
Y le dijo el anciano: "No molestes chico, ¿no puedes ver lo difícil que es para mí caminar". Sin embargo, como el muchacho insistía, ambos llegaron hasta el cementerio.

Cuando estuvieron junto a la valla escucharon: "Una para ti, una para mí. Una para ti, una para mí..." El anciano le susurró: "Muchacho, me dijiste la verdad. Vamos a tratar de ver al mismo diablo." Temblando de miedo, trataron de ver a través del portón, pero todavía no podían ver nada. Luego ambos se agarraron a los barrotes de hierro forjado de la valla y trataron con todas sus fuerzas de subir para obtener una visión de Satanás. Luego se oyó: "Una para ti, una para mí. Y la última para ti. Bien, esas eran todas. Bueno, todavía queda ese par que esta por la valla"...


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