Al terminar el culto, el predicador noto que había un ancianito que seguía de rodillas en el altar, así que le preguntó porque aún estaba allí, a lo cual el anciano le contesto:
-Verá. Es que todavía tengo dos peticiones para el Señor.
-¿Y cuáles son hermano? - dijo el predicador.
-La primera es que quiero que Dios me dé discernimiento para poder entender su predicación.
-Muy bien. ¿Y la segunda?
-La otra sería que el Señor me provea para comprarme un diccionario bíblico, porque de todo lo que usted dijo no entendí ni jota.
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