¡Maravilloso, extraordinario!

Un hombre muy rico fue a ver a su pastor y le dijo: “Quiero que usted y su esposa realicen un viaje de tres meses a tierra santa con todos los gastos a mi cargo. Cuando vuelvan voy a tener una sorpresa para ustedes”. El pastor aceptó el ofrecimiento y junto a su esposa viajaron a Medio Oriente. Tres meses después cuando volvieron a casa se reencontraron con el opulento feligrés que les informó que durante su ausencia había hecho construir un nuevo templo. “Es el edificio más fino que el dinero pueda comprar, pastor”, dijo el hombre. “No reparamos en gastos”. Y tenía razón. Por el lado que lo miraran, era un edificio magnífico.

Sin embargo, el edificio tenía un diferencia llamativa con respecto a cualquier otra parroquia. Poseía un solo banco, ubicado en el fondo del templo. “¿Una iglesia con un solo banco?”, preguntó el pastor. ¨Simplemente espere hasta el domingo y verá”, afirmó el hombre rico. Cuando llegó el momento para el servicio religioso el domingo siguiente, los fieles más tempraneros llegaron a la iglesia, se acomodaron en el único banco y pronto lo llenaron. Cuando el banco estuvo lleno, un interruptor se encendió silenciosamente, se cerró un circuito, los engranajes se tensaron, una cinta comenzó a moverse y, automáticamente, el banco al fondo de la iglesia empezó a deslizarse hacia delante. Cuando llegó al frente de la nueva edificación se detuvo. Al mismo tiempo, otro banco vacío subió desde abajo en el fondo y más gente se sentó. Y así continuó, bancos llenándose y moviéndose hacia delante hasta que finalmente la iglesia quedó repleta. No entraba un alfiler. “¡Extraordinario, maravilloso!”, dijo el pastor, que no salía de su asombro.

El servicio comenzó y el pastor comenzó a predicar su sermón, embarcándose en el análisis del texto elegido para la ocasión. Llegó el mediodía y todavía estaba predicando, sin que hubiera señales del fin de su prédica. Sorpresivamente sonó un timbre y una trampa en el suelo al lado del púlpito se abrió rápidamente y el pastor cayo a través de ella sin previo aviso. “¡Extraordinario, maravilloso!”, dijo la congregación.