Iba el diácono a la iglesia cuando se encontró con el pastor, que venía todo cansado y demacrado.
- Pastor ¿Pero qué le pasó? ¿Por qué lo veo tan agotado?
- Pues vengo de hacer un exorcismo. Fueron como 3 horas orando y reprendiendo; pero el demonio seguía de necio con que no quería salir.
- ¿Y entonces?
- Pues otras tres horas más, dele que dele, pero ni el demonio, ni yo nos dabamos por vencidos.
- ¿Y al final?
- Al final, pues... ¡Glorioso empate, hermano!
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